“Encantado de conocerte”, le dice.
El amoroso y lírico documental dirigido por Maite Alberdi es la historia del declive de un hombre debido al Alzheimer, pero es mucho más. Es una historia de amor más fuerte que también trata de decir cosas sobre la memoria colectiva de un país.
Góngora, periodista, autor y presentador de televisión, documentó los crímenes en su Chile natal durante la dictadura del general Augusto Pinochet. Él y su esposa, la actriz y académica Paulina Urrutia, son los protagonistas de La memoria eterna, que documenta su creciente desorientación y desamor.
Es un trabajo muy íntimo, navegando por los espacios perdidos en una mente devastada, con la cámara entrando en su dormitorio e incluso en una cabina de ducha. Vemos a Urrutia rapar a su marido, secarlo con una toalla como un niño y leerle mientras dan un paseo.
“Soy alguien que ha venido aquí para ayudarte a recordar quién fue Augusto Góngora”, le dice ella.
Alberdi reunió unas 40 horas de metraje, a las que se sumaron otras 20 que Urrutia capturó cuando la pareja estaba sola. El director también retrocede en el tiempo para capturarlo como reportero de televisión vibrante y en películas caseras como padre cariñoso; su cabello blanco se vuelve negro y un bigote brota repentinamente en el hombre más joven.
Es difícil ver al hombre vibrante y articulado en viejas imágenes luchando en sus últimos años. Se confunde con su reflejo en una puerta de vidrio: “Nos conocemos”, le dice a su esposa. Más tarde, llora de frustración: “Algo muy extraño está pasando. Ayúdame, por favor”.
En todo momento es Urrutia, la definición misma de una esposa amorosa, paciente y que trata de no tomarse como algo personal que su esposo se esté alejando y no siempre sabiendo quién es ella.
“Mi amor, nunca estás solo. Nunca. Nunca”, le dice ella.
Urrutia lleva a su esposo a los ensayos de su obra –se toman de la mano mientras repasan sus líneas– hacen ejercicio juntos, miran un eclipse, bailan espontáneamente en un gimnasio y vuelven a ver el video de su matrimonio. Ella siempre está tratando de sacar recuerdos, agudizar su mente, calmar sus arrebatos.
La tercera vertiente de esta película –después de la demencia y la historia de amor– es la memoria de Chile. Éste es quizás el eslabón más débil de la película de Alberdi, pero el más intrigante. El director trata de conectar la memoria que se evapora de Góngora con el olvido colectivo de su nación del trauma de Pinochet de la década de 1970. Es un gran salto y no siempre bien hecho, pero un intento admirable.
Lo que es más devastador es la advertencia del propio Góngora sobre la pérdida de memoria. En una inscripción manuscrita a su esposa en uno de sus libros escribe: “Sin memoria, andamos confusos, sin saber a dónde ir”.
La pareja comparte lágrimas y risas mientras él trata de recordar qué comieron en su primera cita y si ya tenía hijos. “Desde que nos conocimos, me has dado tantas cosas maravillosas”, le dice.
Más tarde, llorará por la idea de perder sus preciados libros. ‘¿Qué pasa si alguien toma mis libros?”, grita. “¿Qué me está pasando?”
La película ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de Sundance en enero pasado. Góngora murió el 19 de mayo a los 71 años. Pero valientemente dejó un documento conmovedor sobre cómo vivir una vida significativa y cómo luchar por la dignidad incluso cuando la mente se desmorona. Y, lo más importante, nos enseñó a amar y ser amados.
The Eternal Memory, un estreno de MTV Documentary Films que se exhibirá el viernes en los cines de Estados Unidos y posteriormente llegará a Latinoamérica.