La historia de la activista y poeta Alcira Soust «es de resistencia y resiliencia»

Una historia familiar sobre una mujer que vivió entre el delirio y la cordura, además de volverse mito al resistir escondida en un baño los 12 días que el Ejército mexicano ocupó la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1968, es la que se devela en el documental Alcira y el campo de espigas, de Agustín Fernández Gabard.

En la cinta se aborda la vida de la poeta Alcira Soust Scaffo, quien vivió en México, su país de adopción. Fernández Gabard, sobrino nieto de la activista uruguaya, recrea la historia que lo dejó impactado desde que era muy pequeño. El documental tendrá una función especial hoy a las 19:30 horas en la sala 8 de la Cineteca Nacional con la presencia del director y de la productora Margarita Brum.

En Alcira y el campo de espigas se recrea la historia de la mujer a través de sus cartas, poemas y huellas que fue dejando entre familiares y amigos; quise conocer a la persona detrás del mito, humanizarla. Es una poeta olvidada e inolvidable, afirmó el director en charla con La Jornada.

La película, destacó, es una historia de resistencia, pero también de resiliencia, pues a pesar de todos sus problemas, incluidos los de salud mental, ella siguió produciendo poesía, contagiando y motivando a las personas en este país.

El director rememoró: ella vivió casi 40 años en México; incluso llegó a considerarse más mexicana que uruguaya y ésta fue la etapa más crucial de su vida. Se formó en Uruguay como maestra, pero en territorio mexicano se consolidó como activista, poeta y es donde dejó más huella, conoció más personas e hizo más cosas. Por eso todo su archivo está en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Detalló: recuerdo que era una persona muy particular, misteriosa, de esa gente que te da curiosidad saber más; incluso perdimos contacto y llegó un momento en que insistí tanto a mi abuela por saber sobre ella, que juntó fotos, poemas y cartas, las cuales me dio en un sobre de papel manila. Ahí dije, aquí hay una historia qué contar.

De hecho, “son pocos los recuerdos concretos que tengo de Alcira, la tía Mima. Ella volvió de México en 1988 (yo tenía seis años) y perdimos contacto en 1993. La recuerdo jugando con mi hermano menor, cantándole las mañanitas, recuerdo su voz, sus murales que mi madre había guardado en mi propio placard y no me dejaba sacar de sus tubos de cartón por miedo a estropearlos”.

Otro recuerdo es cuando ella tomaba cerveza con mis padres en mi casa. Charlaban de política o Los Beatles. Decía que su favorito era Ringo Starr.

Humanizar el mito, el propósito

La realización del documental, que se estrenó en mayo pasado en el festival de Málaga, llevó 14 años. El director y guionista consultó material bibliográfico y realizó diversas entrevistas, la primera a su abuela en 2008; además, consiguió fondos para visitar a los amigos de la poeta en México y recurrió a información que le proporcionaron personas que conocieron a su tía, en distintas épocas, como el investigador e historiador Alfredo López Austin, quien fue uno de los que la encontraron en el baño en 1968.

Al tratar de humanizar el mito, prosiguió, me encontré que Alcira era muy esquiva sobre a quién le contaba cosas y cómo las contaba; incluso no se sabía con precisión el lugar dónde nació, pero fue en Durazno, departamento de Montevideo. Al filmar, tratamos de reandar el camino que hizo Alcira desde su lugar de nacimiento, el campo y cuando llegó a Pátzcuaro, Michoacán para hacer un curso de posgrado en 1952. De ahí fue a la Ciudad de México y nunca volvió a Uruguay, sino hasta finales de la década de los años 80.

La investigación, agregó el director, podría decir que nunca terminó, pues hasta el momento de cerrar el documental seguían apareciendo cosas y más materiales; en realidad, el mérito de la cinta fue armar el rompecabezas develando su historia, contradicciones y problemas.

Otro aspecto, destacó Fernández, es que asumió la responsabilidad de abordar el tema sobre la salud mental de la activista, porque no podía omitirlo y presentar sólo lo lindo, cuando detrás de ella, de su familia y amigos hubo mucho sufrimiento. No es fácil contener a una persona que en algún momento puede alucinar o enojarse contigo porque cree que le dijiste algo.

Alcira y el campo de espigas es la ópera prima de Fernández Gabard, quien nació en Montevideo en 1982, tiene formación en fotografía, periodismo y derechos humanos; además ha trabajado para diversos medios de prensa y organizaciones no gubernamentales a escala local e internacional.