Opinión de Miguel Hernández Díaz
Les quiero cuestionar con esta propuesta: si es posible que se estipule una nueva ley o artículo específico donde se garanticen legalmente los derechos de pensamiento, la presencia física, moral y cultural de los pueblos originarios de México y de toda Nuestra América. Que los derechos originarios no se arrinconen en los incisos, como ha sido en tiempos históricos, aunque la nueva Constitución actual denomina a México como una nación con composición pluricultural basada en los 68 pueblos originarios. En este sentido, el artículo segundo establece una ley a favor de los pueblos, pero pocas veces se ejerce en la praxis…
Los pueblos originarios de México han estado presentes desde antes de la llegada de los españoles, en la colonia, la independencia, la revolución y en la actualidad viven en sus comunidades y pueblos, donde hacen actos de presencia física y moral, y trabajan incansablemente en la colaboración y cooperación para el desarrollo de nuestra nación.
Dicha propuesta, quizá algunos de ustedes dirán que es utópica, pero los pueblos piensan lo que hacen con ideas, llevan una meta de vida de cada día, meses y años. Ellos saben que viven bajo el tiempo, que la vida es temporal, que las cosas se acabarán, con el conocimiento sobre el control del tiempo, el calendario ancestral está latente en sus mentes, que han aprendido desde el principio de las generaciones de padres a hijos, que instruyen para formar rostros y corazones en forma oral desde las familias y escritos en códices. Ciertamente, las sabidurías originarias se transmiten en forma de diálogo, existen pocos escritos en las lenguas y en español, que no son tan confiables en español por las interpretaciones sintácticas, a los cuales les faltan muchas investigaciones y la formación filosófica de los estudiosos para analizar los pensamientos, que se deberán escribir en papel, lo que nos llevaría a elaborar una epistemología de las culturas, con una coherencia original e inédita con nuevos datos y en busca del sentido que tiene cada cultura.
La finalidad de esta ponencia es que las culturas sean incorporadas como parte de la identidad de México y de Nuestra América (Abya Yala), que sean reconocidas en las políticas públicas de cada nación e impartidas en las academias como parte de los contenidos educativos, con el afán de ser utilizadas y difundidas a todas las latitudes de nuestro planeta Tierra. Estoy consciente de este reto académico, cuando se habla de los pueblos originarios se causan incertidumbres, prejuicios, críticas y dudas en el mundo occidental, sabemos que hablar de las temáticas de los pueblos provoca exclusiones, obstáculos, confusiones por los desconocimientos y juzgamientos negativos. Además, nos han inventado términos de discriminación, por ejemplo, la palabra indio o indígena, sabemos que surgió de un error de Cristóbal Colón, que nos ilustra ahora una historia de invasión del colonialismo de nuestros pueblos, que la denominación india no lo somos, sino que somos naciones mayas, nahuas, zapotecas, mixtecas, mixes, purépechas, rarámuris, kakchiqueles, guaraníes, mapuches, quechuas, aymaras, etcétera.
Hay otras invenciones más, por ejemplo, cuando se habla de los dioses, de los moletik mayas (ancianos), de los nahuas tlamatinime (sabios) y de los incas amautas (sabios), que no saben cuáles son los dioses, que sólo saben que existieron personajes endiosados sus corazones (Itzamná, Quetzalcóatl y Wiracocha). Lo cierto es que algunos de nosotros los estudiantes repetimos estas mentiras desde la época de la colonia (hoy tenemos esta tarea de investigación para trascender nuestra realidad). Los sabios de nuestros pueblos tienen el conocimiento como Dios único al Sol, como en el maya tsotsil se habla de que Dios es Jch’ultotik (nuestro sagrado Padre). En nahuatl es Tonatiuh (Sol) y Ometéotl (dios dual que se unen dos luces del Sol para las creaciones de la vida en Omeyocan), que sólo existe el término Energía equivalente a Dios, pero el que tiene la energía es el Sol. Los incas tienen al Inti (Sol), dicen: Nuestro Padre el Sol, el cual obró por ellos para que pudieran existir. Así, los otros pueblos, incluyendo a los orientales y africanos, creen al Sol como el creador, que ofrece vidas para el mundo, y sin Él nada existe.
En los documentos y libros que leemos mencionan a los dioses, ¿a cuáles dioses se refieren? Pero si nos vamos con el pensamiento de los pueblos no saben de la existencia de los dioses. Tenemos esta tarea de investigación más profunda, que se haga desde la óptica del pensamiento y el conocimiento de los pueblos.
En cuanto a nuestras lenguas y artes originarias, hoy debemos de valorarlas, ¿de qué forma lo haríamos? Empezando por hablar correctamente, sin mezclas con el español, debemos de seguir pensando desde nuestras estructuras mentales originarias cuando estamos en nuestras comunidades, debemos de valorarnos tal como somos y con nuestras realidades de vida, debemos de valorar a nuestra Madre Tierra, debemos de ser parte de nuestras organizaciones y participar con nuestros hermanos, debemos de fomentar nuestras ciencias, artes y creaciones literarias, etcétera.
Hay que formular el concepto de pensamiento de los pueblos originarios, considerando que pensar es la forma de reflexionar de cada ser humano, no existe ningún individuo en el mundo que no razone lo que hace en la vida. El ser humano busca el sentido de la vida, medita en él mismo y en el mundo para poder entender su función y la aportación hacia la vida, lo confirma con la ceremonia ritual que expresa en rezos, cantos, poesías, danzas, etcétera. Las ofrendas concedidas son medios para exponer los problemas cotidianos, se le pide al Padre celestial por medio del Sol y la Madre Tierra por el proseguimiento de la vida y el bienestar de la salud de los pueblos, así como la situación social que tienen, tratan de buscar una explicación para comprender y evitar todo tipo de prejuicios que les pueden dañar la mente y que se puede convertir en una enfermedad que daña la salud.
Indudablemente, el hombre y la mujer filosofan por naturaleza, una filosofía práctica de la vida, donde no se necesita tanto la teoría, que sólo se dirige a explicitar el sentido de actuar por cualquier trabajo que hacen en la vida diaria. Por ejemplo, cuál es el sentido del trabajo, para qué se trabaja. Sabemos que todo ser vivo desarrolla un trabajo, desde el movimiento del cuerpo que es el trabajo de lo más natural, que actúa para satisfacer sus necesidades fisiológicas para la sobrevivencia. Si bien algunos dirán que dejará de desarrollar una actividad para poder vivir con tranquilidad, aun así, el movimiento causa una actividad al cuerpo. El trabajo en la vida actual requiere una renumeración, un pago en monedas o el trueque de los productos de los trabajadores, que deben cumplir una jornada durante el día para que a la semana perciban un salario o un producto. En el pensamiento de los pueblos, el trabajo es una fiesta, lo ejerce durante el tiempo de vida, dialoga con otros trabajadores de su grupo, con mucha emoción observan la claridad del día y el Sol resplandeciente que catalogan como una fiesta natural, piensan en el producto de sus trabajos para el bien de ellos, de la familia y de la comunidad.
Así, la filosofía de los pueblos es un eje de reflexión para la vida, que aporta una fortaleza moral, que preserva una serenidad en el actuar y ofrece el ánimo para proseguir existiendo, que concede el buen humor para el buen vivir y seguir luchando por medio del trabajo, que genera el bien para las cosechas de maíz y ganar la plata para la compra de subsistencias. Con la fortaleza anímica se convierte en la solución de los problemas morales, que a veces surgen cosas que desagradan para la vida.
Miguel Hernández Díaz, maya tsotsil de Chiapas, doctor en filosofía por la UNAM con posdoctorado en antropología social por la ENAH, profesor en ambas instituciones desde agosto de 2006.