Como casi todos los boxeadores, Marco Verde nació en un barrio bravo. A las afueras del antiguo Mazatlán, la colonia Montuosa aún guarda la memoria de su pasado peligroso por las pandillas que atemorizaron a sus habitantes unas décadas atrás. Hay una similitud en las biografías de los peleadores, como si el entorno hostil fuera el paisaje adecuado para alguien que quiere destacar en un deporte que se construye con base en el sufrimiento, del propio y del oponente. Eso ha cambiado hoy. Si en estos días un paseante recorre esas calles, lo más probable es que lo haga para comer en alguna famosa carreta de mariscos o para conocer la colonia en la que emergió el medallista olímpico de París 2024. Es el orgullo de una comunidad, de un estado y de todo un país.
Verde devolvió la autoestima a un deporte que solía ganar medallas para México, pero que en las últimas décadas apenas logró unos cuantos metales. Desde el bronce de Mario González en Seúl 1988, sólo se habían conseguido dos preseas de ese color, la de Christian Bejarano en Sídney 2000 y la de Misael Rodríguez en Río de Janeiro 2016. No se lograba una plata desde que Héctor López la obtuviera en Los Ángeles 1984. Por eso el subcampeonato de este joven de la Montuosa tiene mayor impacto.
La gente no tomó a mal que perdiera la final, me vieron como un ganador
, relata Verde todavía sorprendido en su visita a la redacción de este diario.
Cuando vi lo que provocó en la gente de mi país, las emociones que vivieron y que muchos vibraron conmigo, eso me dio una dimensión de lo que significó para ellos y eso vale más que el oro
, agrega.
Todos los atletas sueñan con la fama, pero cuando ésta llega puede ser intimidante. Verde lo reconoce y parece todavía sorprendido por el vértigo que provoca su medalla en un deporte que está muy arraigado en la identidad popular de este país. Los medios lo requieren, entrevistas todo el tiempo, incluso fue invitado a Las Vegas para narrar la más reciente pelea del Canelo Álvarez.
Ahí donde se para Marco Verde genera sensación. Aparecen los celulares para las fotos y los autógrafos. Caminar por la calle empieza a ser complicado para un joven de 22 años que solía deambular entre el anonimato de la vida universitaria en Mazatlán y el trabajo arduo del gimnasio.
De pronto ya no quiero ser una figura pública
, dice como quien confiesa que la popularidad puede ser una piedra gigantesca que hay que empujar cuesta arriba.
Quisiera volver a ser lo que era antes, pero sé que eso ya es irreversible. Tengo que aceptarlo, porque lo logré a partir de mi esfuerzo y tengo que aprender a disfrutarlo. Sé que ya no puedo regresar a ser el que fui
, responde un atleta repleto de responsabilidades y que hasta hace poco se concebía como casi un niño
.
Al volver de París estalló la bomba de la popularidad. De inmediato empezaron a asediarlo los promotores para convencerlo de que debutara como profesional, una decisión que no quiere tomar en este momento.
Carrera contra el tiempo
Verde sabe que vive una carrera contra el tiempo. El boxeo profesional busca figuras lo más jóvenes posibles para que su carrera pueda ser más lucrativa. Al mismo tiempo reconoce que la sensación que provocó su subcampeonato olímpico no durará siempre y hay que aprovecharlo si quiere explotarlo de manera comercial. La euforia olímpica dura poco tiempo
, advierte.
A eso debe agregar una circunstancia inesperada. Por el momento, el boxeo olímpico está fuera del programa para los Juegos de Los Ángeles 2028. Los conflictos por corrupción en la IBA (antes AIBA), la organización que regulaba el pugilismo amateur, hizo que el Comité Olímpico Internacional los apartara desde Tokio 2020 y ahora su futuro es incierto.
Tomar esa decisión se ha convertido en un dilema para Marco Verde. Un pensamiento recurrente que puede atormentar los nervios menos templados. Eso es parte del vuelco que le trajo convertirse en un subcampeón en París 2024. ¿Hacerse profesional o seguir como un héroe olímpico?, he ahí el dilema.
Hay mucha presión
, admite; además pocos medallistas mexicanos han logrado destacar en el boxeo profesional. Tengo un poco de miedo a eso, porque el amateur y el de paga son totalmente distintos
.
Todo dependerá de lo que ocurra en el boxeo olímpico rumbo a Los Ángeles 2028. Un panorama incierto que trata de asimilar con el menor estrés posible. Su padre, Manuel Verde, también fue boxeador olímpico en Barcelona 1992 y trata de prevenirlo sobre los riesgos de precipitarse a dar el salto al profesionalismo.
Nunca había visto contratos
, reconoce; los leo, los analizo. Tengo encima a varios promotores, pero también nunca sabes qué va a pasar, porque se generan demasiadas expectativas por haber ganado una medalla y nada garantiza que las cosas resulten en el profesionalismo. Se trata de mundos totalmente distintos.
El futuro del boxeo olímpico no sólo le duele porque puede significar la imposibilidad de volver a competir en otros Juegos. Y con ello, sostiene, también se pierde la oportunidad de ofrecer referentes a los jóvenes que quieren destacar en el deporte.
Muchos boxeadores se están preparando en este momento con la ilusión de llegar a Los Ángeles. Si no entra el boxeo, puede ser que se cancele para siempre ese sueño
, reflexiona.
Más cosas se perderían, piensa. Porque considera que un éxito como el suyo también funciona como un bálsamo para una comunidad que atraviesa por momentos difíciles. Cuando habla de su ciudad de origen y su estado, trata de que su biografía deportiva sirva de contrapeso a la narrativa normalizada de la violencia y el narcotráfico. Culiacán ha vivido días de zozobra y Verde lamenta que su triunfo apenas sea un respiro en medio del estruendo.
Yo les di sólo un modesto respiro a mi estado, pero no dura tanto. Quisiera que no hablaran de Sinaloa sólo por la violencia y el narcotráfico, pero lamentablemente gana esa narrativa porque la realidad misma no permite
otra, finaliza.