Ante debates intensos en foros, las calles, universidades, en agrupaciones liberales y progresistas, en las juntas editoriales, en los centros de análisis sobre las implicaciones de esta elección al llegar casi a la culminación de esta contienda aberrante, todos – de derecha a izquierda – están de acuerdo en una cosa: no da igual quien gane.
Por un lado, para todo el abanico de opositores al candidato republicano (incluyendo varios republicanos desde la familia Cheney y Bush hasta el “Terminator” Arnold Schwarzenegger) el proyecto neofascista de Donald Trump deja claro su agenda – es explícita. Aunque algunos analistas argumentan que mucho es retórica sin contenido, la evidencia demuestra lo contrario.
Trump ha propuesto a lo largo de su campaña, entre otras cosas, deportaciones masivas de inmigrantes con el uso de la Guardia Nacional y algo así como campos de concentración para detenerlos, perseguirá a través de su manejo del Departamento de Justicia a sus opositores políticos, desplegará fuerzas militares contra ciudadanos estadunidenses que forman parte de lo que llama el “enemigo interno”, castigará a estados con gobiernos demócratas en el manejo de desastres naturales (algo que hizo cuando fue presidente), que bombardeará a Irán y usará fuerza militar contra los cárteles en México, continuará con la anulación de derechos al aborto y de libertades civiles e impulsar medidas proteccionistas con graves consecuencias para los socios comerciales del país.
En un editorial esta semana sobre estas propuestas y otras, el New York Times advierte: “créanle”.
Por el otro lado, la oferta de los demócratas es más de lo mismo de los últimos cuatro años, pero ahora con alguien más joven que el presidente Joe Biden – quien se vio obligado a ceder la candidatura ante la presión de la cúpula de su partido y de las encuestas – quien se proclama como líder de “una nueva generación” (a pesar de que tiene 60 años de edad). Aunque casi todos los opositores de Trump ovacionaron el cambio de jinete en medio de esta elección ante la cada vez mayor probabilidad de que Biden sería derrotado por Trump, no ha sido suficiente para cambiar la dinámica electoral al grado que deseaban.
Se debate si en parte esto es debido al mensaje cauteloso y centrista de la candidata demócrata Kamala Harris, sobre todo en algunos temas claves para sectores claves del electorado, y en particular los estados claves que determinarán el resultado final, en donde ella ha decidido girar a la derecha: sobre el tema de control de la frontera y del flujo migratorio, el tema del apoyo incondicional de Israel en el genocidio en Gaza y sobre el tema ambiental.
Para un amplio sector latino, y para los jóvenes, estos temas son claves, y la apuesta a no abordarlos de otra manera podría acabar siendo factor en un derrota. Se verá, pero no son pocos los que afirman que no pueden votar por alguien cómplice en un genocidio.
Este sábado, la única diputada federal palestina-estadunidense, la demócrata de Michigan Rashida Tlaib, rechazó endosar a Harris por el manejo de la guerra en Gaza.
A la vez, para los anti-Trump no deja de asombrar que, ante un candidato republicano que es convicto por fraude empresarial y por ocultar pagos para callar a una estrella de pornografía, y que enfrenta decenas de cargos criminales federales y estatales por intentar subvertir la elección pasada y por manejo ilícito de documentos secretos oficiales entre otras cosas, a tres días de las elecciones, esta contienda sigue en un empate técnico.
De hecho, hay algo curioso en que Trump ha logrado proyectarse como “el insurgente” y a su campaña no como una candidatura más del Partido Republicano, sino como la cabeza de un gran movimiento popular, algo que proyecta en todos sus eventos. Y la “insurgencia” es contra el estatus quo en Washington ahora representada por Harris y su jefe Biden (aunque el presidente ha quedado casi invisible en los últimos tres meses), y con ello ha logrado mantener un apoyo popular espectacular de una población, que según los sondeos, no confía en las principales instituciones democráticas del país, incluyendo la cúpula política y gran parte, como entre trabajadores industriales en estados claves y granjeros, se sienten traicionados por el gobierno y los demócratas que dicen representarlos.
Para algunos expertos en movimientos derechistas nacionalistas, Trump cada vez más cabe en la descripción clásica del fascismo.
Ante ello, el argumento más efectivo contra el republicano no es necesariamente promover un voto pro-Harris, sino un voto masivo anti-Trump. Ese es el mensaje de todo un coro de líderes políticos y activistas liberales y progresistas. El senador Bernie Sanders – aun el político electo más popular entre los votantes jóvenes – y la diputada Alexandra Ocasio-Cortez han realizado eventos de apoyo para Harris en Wisconsin y en Pensilvania, con Sanders difundiendo mensajes a sectores progresistas y jóvenes que podrían definir el resultado si participan.
Subrayando que ellos también tienen diferencias con Harris sobre migración, la complicidad en la guerra contra los palestinos y en asuntos ambientales, afirman, como lo repite Sanders en cada evento que “Trump y sus amigos derechistas son peores”. Sanders insiste que no se puede reducir esto a un solo tema, y enfatiza que en ámbitos como el de derechos de las mujeres, cambio climático y racismo, “Trump sería un desastre para el país. Trump tiene que ser derrotado”.
Este sábado en Pensilvania, Sanders – aun el político electo con mayor aprobación en el país – encabezó un acto de apoyo a Harris, pero cuyo mensaje no fue centrado en ella, sino como una invitación “al movimiento para ampliar los derechos de los trabajadores y enfrentar los planes de Trump para desmantelar el poder de los trabajadores en ese país. Es hora de construir una economía que funciona para todos”.
Este tipo de mensaje sobre los temas, no necesariamente sobre la candidata, también es proyectado por líderes de los movimientos de derechos de la mujer, defensa de libertades civiles y de inmigrantes, de agrupaciones por el control de armas de fuego, por los derechos de la comunidad gay, por expertos en relaciones exteriores y en asuntos militares (vale recordar que ex generales que trabajaron con Trump, incluyendo el entonces jefe de gabinete y el jefe del Estado Mayor, lo han denunciado como irresponsable y peligroso, y un autoritario) como ambientalistas, entre otros.
Ese mensaje ha sido repetido, con mayor credibilidad que los políticos, por estrellas de la cultura y el deporte y de movimientos sociales, algunos de los cuales han acompañado a la candidata demócrata, otros participando como parte de la resistencia contra Trump, entre ellos Bruce Springsteen, Beyonce, George Clooney, Jennifer Lopez, Mark Ruffalo, Don Cheadle, Stephen Curry, Stevie Wonder, Los Tigres del Norte, el presidente del sindicato automotriz Shawn Fain, la líderesa del gremio de sobrecargos Sara Nelson, gremios del magisterio, entre otros – algunos de ellos críticos progresistas del gobierno actual pero que ante la amenaza de Trump, es necesario votar por la opositora a ese proyecto derechista.
Entre el gran mosaico de voces conscientes, liberales y progresistas, hay discrepancias sobre casi todo menos una: no da igual – dentro y fuera del país – quien gane en estas elecciones.