Miguel Ángel Salazar González, ‘El Diablo’ / Elena Poniatowska
Paula Haro, mi hija, se hizo muy amiga de El Diablo, quien venía a buscarla a Chimalistac después de limpiar varios parabrisas en Insurgentes y Miguel Ángel de Quevedo. Flaquito, huesudo, sonriente, su pelo negro cual cortina sobre los ojos, El Diablo llegaba a desayunar, a comer o a merendar. No rechazaba el ofrecimiento de un regaderazo de agua…